A veces siento que convivo con el dolor todos los días, pero
que con el tiempo he llegado a acostumbrarme, tanto así que en ocasiones puedo
lograr ignorarlo o ni siquiera notar su presencia.
No me gusta quejarme, y en realidad me molesta cuando el
resto lo hace, y no puedo decir que me ha tocado difícil la vida, porque estoy
más segura que para otros ha sido mil veces más difícil, pero tampoco puedo
decir que ha sido fácil y color de rosas.
Me siento agradecida de la vida que llevo y las bendiciones
que esta misma me ha entregado, pero supongo que como cualquier otro ser
humano, de vez en cuando siento que hay cosas que faltan, cosas que sobran, o
cosas que me gustaría cambiar.
Las heridas van cerrando de a poco, pero las cicatrices se
quedan ahí, molestan y son el recuerdo constante de todo el dolor que nos fue
infligido. Supongo que están ahí para que no olvidemos lo vivido, las cosas que
debemos evitar, y los errores que no debemos volver a cometer, pero a veces
esas cicatrices no solo molestan, y es que recordar es sufrimiento en sí mismo.
Los recuerdos duelen, pero duele más lo que han hecho
conmigo, los miedos, las inseguridades, y todas esas sensaciones que han
llenado mi corazón, la constante lucha de mi ser por no envenenarse con la
oscuridad que lo amenaza, confiar en los demás, pero quizás lo mas difícil de
todo es aparentar que no siento ninguna de esas cosas, que encontré la manera
de sanar, aunque la verdad es que solamente he aprendido a sobrellevarlo.
Aun conservo la esperanza de algún día volver a encontrarme
conmigo misma, de disfrutar como lo hacía antes, y de no tener tanto miedo.