Odio esa sensación en mi pecho, esa presión de no saber si imagino las cosas o si son ciertas. Supongo que tengo una predisposición a la angustia, y su sabor me es más que familiar. Y es que las pequeñas dudas se me vuelven una obsesión, dudas de las que ni siquiera en mis sueños puedo escapar. Esta amarga sensación de no saber si estoy haciendo el ridículo o estoy en lo correcto. Y como siempre el estúpido miedo frenará cualquier intención que tenga de averiguar la verdad. Solamente el tiempo me mostrará las respuestas, pues yo no soy capaz de buscarlas, aunque quizás entonces ya sea demasiado tarde.
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